Lo primero que hay que saber antes de encontrarle respuesta a este interrogante al que se enfrentan todos los padres, son los motivos por los cuales estas situaciones deben tomarse con total normalidad durante la etapa de desarrollo de tu hijo. Tuvieron, tienen y van a seguir teniendo caprichos, eso no cambiará.
Cuando la guagua comienza a ganar cierta autonomía se pone más exigente y sus deseos los defiende a rajatabla. No se trata de que sean malcriados o maleducados, sino que simplemente no conocen todavía otro método para pedir. De ahí se desprenden los famosos berrinches con los que son tan difíciles de lidiar.
A medida que van creciendo aprenden y todo se vuelve más fácil. Sin embargo, hay que tener en claro que a los dos, tres y cuatro años los niños todavía no tienen una capacidad suficiente para el autocontrol. Tampoco expresan con palabras eso que están necesitando en cada momento de su día.
La falta de conocimiento de sus facultades intelectuales, propia de una guagua que está en plena etapa de desarrollo, conduce a enojos exagerados y berrinches cuando reciben un “No” como respuesta. Ante este pedido que interrumpe aquello que están haciendo con placer o no les permite alcanzar lo que estaban deseando de manera inmediata, rápidamente llegan las reacciones negativas que generalmente ponen en una encrucijada a los padres porque no quieren ver sufrir a su hijo.
En este punto lo más importante a destacar es que la regla número 1 a cumplir es no consentir todos los caprichos de los niños. No hay que tenerle miedo ni tampoco angustiarse por los berrinches, hay que controlarlos y avanzar en poner límites. El ceder ante el pedido de tu hijo puede generarle un problema a futuro ya que se le quita aptitudes para ejercitar la paciencia y controlar la ira.
Está claro que a todos los padres nos encantaría ser amigos de nuestros hijos y no llevarles la contra, pero una clave a comprender es que cada uno debe cumplir con su rol y que a la figura de padres le corresponde poner los límites necesarios. Marcar y controlar normas de conducta es una forma de atender minuto a minuto nuestro tesoro más valioso. En el otro extremo se encuentra el desinterés.
En los casos de una condescendencia constante a los caprichos se puede llegar a configurar el “Síndrome de niño emperador”. Básicamente es la continua exigencia de un niño a sus padres que desencadena conductas como insultos, gritos, amenazas y hasta agresiones físicas cuando no le hagan caso. Los padres que no muestran carácter para imponer límites suficientes pueden llegar a sufrir este tipo de situaciones que son difíciles de revertir.
Este es un claro ejemplo de cómo la preocupación por ser demasiado estricto o no traumatizar al niño se vuelve en contra. Ambas son visiones erróneas. Hay que comprender que el rol del papá/mamá es darle afecto y también guiarlos. Los castigos, el control y la enseñanzas están lejos de provocarle algún trauma al niño, al contrario, son una muestra de amor y atención que años después valorarán.
Por último, es necesario entender que la lógica del capricho esconde justamente un deseo de atención. Esa guagua que comienza a desarrollarse quiere que su madre y su padre estén a su lado el mayor tiempo posible, que juegue, converse, le enseñe aquello que aún no puede comprender por sí solo.
¿Cómo actuar ante el capricho de tu hijo?
Para poder controlar esos berrinches repentinos, enojos y gritos ante un “No” es necesario que los padres tengan en claro cómo deben actuar. A continuación te dejamos algunos consejos básicos para poder corregir el mal comportamiento de tu hijo.
Tienes que aprender a poner límites
Mientras antes comiences a marcar los límites más rápido conseguirás buenos resultados. Las normas de la casa deben ser claras para que pueda entender lo que debe y lo que no debe hacer de antemano.
Esos límites le aportan a los niños un marco en el cual moverse que le da seguridad de forma tácita. Saber que tienen que acostarse a un horario determinado los ayuda a ordenarse. También maximiza su rendimiento al día siguiente con sus actividades, fundamentalmente cuando ingresan a la escolaridad.
No ayuda evitar discusiones y darle todos los gustos a nuestros hijos. El primer paso para eliminar los caprichos es lidiar con estas situaciones y entender que hay que aprender a marcar las reglas aunque esto provoque enojos.
Hay que dar órdenes concretas.
Si queremos que nuestro hijo nos haga caso no podemos utilizar expresiones genéricas como “portate bien” o “si te portas mal, me voy a enojar”. Las indicaciones deben ser específicas, por ejemplo si quieres que guarde sus juguetes tienes que indicarle el paso a paso: “Levanta tus juguetes, llevalos a la habitación y metelos en el canasto”. Las frases cortas y concretas siempre son más efectivas.
Evita darle opciones
Un error común en los padres es consultar con sus hijos y hacerlos parte de una decisión que no les compete. No se puede estar preguntando todo el día si quieren hacer una cosa u la otra. Esta situación puede desencadenar mayores conflictos porque los niños van a querer tener la última palabra y cualquier tipo de orden se vuelve obsoleta porque entienden que tienen voto propio para decidir ya que les consultamos.
La única forma en la que puedes darle opciones es en el caso de que ambas conduzcan a la misma acción. Sin exagerar y para contribuir a esa sensación de libertad que ayuda a eliminar la resistencia, lograrás mejor aceptación a la orden, cumpliendo el propósito original. Por ejemplo: “¿Quieres elegir una polera o lo hago yo?”, está claro que después de ese juego de opciones el niño efectivamente se pondrá una polera.
Despistar
La técnica del despiste funciona principalmente en las guaguas más pequeñas. Básicamente se trata de distraerlo con otra cosa en el momento exacto en el que está pidiendo algo que no se lo queremos dar. Eso sí, la nueva “oferta” tiene que ser muy tentadora como para que el niño se olvide de aquello que estaba pidiendo.
Ser firmes en la decisión
Hay que aplicar los límites con la firmeza necesaria para que se respeten. En el caso de que se levante una penitencia tiempo después perderá efecto ya que el niño contempla la posibilidad que el castigo se desvanezca.
Cuando se habla de ser firmes en la decisión no se hace referencia a gritos ni violencia, sino más bien ser consecuente con lo que se dice. Si está estipulado que la penitencia se terminará después de que el niño se bañe y recoja sus juguetes, deberá respetarse hasta que se cumplan esas condiciones pese a que llore y haga un escándalo. Ceder a ese capricho es una muestra de debilidad que le quita fuerza a la decisión.
No solo es enojo, también hay que resaltar lo positivo
Si bien hay muchos niños que no paran de hacer travesuras y tienen grandes caprichos, la actitud de los padres no puede ser de constante reproche y castigo. La reiteración de enojos puede generar efectos adversos en nuestro hijo. Por eso, más allá de marcar los límites también es importante resaltar el esfuerzo, los logros y la obediencia. Esa recompensa que no incluye algo material es importante y genera que el niño quiera volver a complacernos con su conducta.
Toda orden lleva una explicación
Una idea recomendable para lograr que tu hijo te haga caso es explicarle la razón de una regla u orden. Si bien cuando son muy pequeños es difícil lograr que presten atención a lo que le decimos, este es un ejercicio que hay que hacer continuamente para que efectivamente cumpla con sus deberes.
Al final de cuentas y después de mucho hablarles van a comprender y no tendrán razones para discutir una decisión que no les gusta. La clave es expresarle a tu hijo con claridad que tu pedido se basa en que queremos lo mejor para ellos. Hablar con ejemplos prácticos que dan cuenta de posibles consecuencias, sin necesidad de utilizar el recurso de asustarlos, es muy útil para que la orden la reciba desde otra perspectiva.
Hay que tener cuidado con las excepciones
En la crianza de los niños no solo están involucrados los padres, sino también hay lugar para los tíos, abuelos y otros seres queridos que pueden jugar un rol importante. Generalmente las personas externas a la casa son más permisivos y consienten a los niños en todo lo que quieren. En estos casos es necesario tener mucho cuidado con la delgada línea entre los permitidos y la confusión que le pueden generar a los chicos tener órdenes difusas.
No lo ignores nunca
Muchos padres cansados de lidiar con un capricho que se convirtió en un enojo con gritos y llantos prefieren ignorar a sus hijos. Esta decisión no hace otra cosa más que agravar la situación. Es necesario que intentes comprenderlo y hacerlo entrar en razones a través del diálogo. Con firmeza en la decisión tomada, pero tratandolos amorosamente para que paulatinamente desaparezca ese capricho.
Ante cualquier duda, consulte a su médico.